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La persona que no existe: entre el Ideal, lo Real y el Potencial

La persona que no existe…

Muchas veces los clientes definen perfiles con cualidades que serían imposible encontrarlas todas en la misma persona

“Estimados, estamos necesitando una nueva persona para el área de Marketing. No creemos que sea difícil encontrarla, sólo hay que saber buscarla y ustedes son especialistas en eso, ¿No? Los requisitos son más o menos los siguientes: conocimientos avanzados de marketing digital, proactividad, trabajo en equipo, comunicación efectiva, análisis de información crítica y ganas de crecer, ambición digamos… ah, y ahora que lo pienso bien, sería muy bueno que tenga al menos tres certificaciones de Google, una de las cuales tiene que ser los Fundamentos de Adwords y otra la Publicidad en Búsqueda, sería también muy bueno que empiece con una base sólida en inglés y portugués, ya que Brasil es muy importante para nuestro crecimiento; y por favor que tenga por lo menos cinco años de experiencia en agencias, no estamos para curvas de aprendizaje, el mercado y la competencia no pierden un segundo… y lo último, que se adapte a estos tiempos de crisis donde no podemos pagar mucho, a todos nos está pasando más o menos lo mismo, quiero decir… la cosa está complicada, ustedes me entienden…”

Nos faltó consultarle al cliente si, en caso de tener que realizar una misión a Marte, la empresa podía contar con el candidato, y que tenga conocimientos de fotografía y aplicaciones móviles para hacer historias de Instagram en el camino. Pero nos pareció un poco irónico…

Esta ficción que relato busca ilustrar una “ilusión” del mercado a desear, pretender y pedir personas ideales, que viven sólo en el imaginario y que poco o nada se ajustan al mundo real. Y ahí está el arte del Consultor en escuchar, interpretar, indagar y asesorar finalmente, desde su perspectiva en el mercado de trabajo, cómo redefinir este perfil en base a lo que hay (a lo que sí existe) y plantear, además, posibilidades potenciales que sólo pueden tener lugar en el tiempo.

No es nueva la brecha que separa lo imaginario de lo concreto, lo ideal de lo real, la cosa abstracta del hecho. Y en la Gestión del Talento sucede lo mismo: queremos ese candidato que sume valores y competencias y al mismo tiempo esté dispuesto a cobrar el mínimo indispensable. Pero el mundo de hoy no es tan ingenuamente benevolente, y esa persona no sólo no existe, sino que además no puede ser creada. Lo que sí está en manos de las compañías, los líderes y los especialistas en Recursos Humanos, es encontrar el perfil más cercano al desafío del rol concreto y plantear un programa de Desarrollo del Talento. Básicamente, es congeniar con el cliente lo que esa posición necesita del mundo real y aprovechar el potencial mediante la formación de esa o esas personas. Es adaptarse y apostar al crecimiento.

Invertir en formación es “jugársela” por aquellos en quienes uno cree (en las empresas las personas son indiscutiblemente lo más importante), sabiendo que si tenemos los valores, sólo ahora las competencias pueden llevarnos más lejos. Y a aquellos que confían en nosotros solemos darles lo mejor, no sólo ahora desde un rol más formado, sino con la actitud de querer genuinamente lo mejor para ellos.

Muchos se preguntarán “¿Y si invierto en las personas y después se van?”, ante lo cual nosotros re-preguntamos: “¿Y si no invertimos y se quedan?”