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Fuga de talentos: la culpa es de uno cuando no enamora

Fuga de Talentos

Fuga de talentos 

En el mundo de los negocios (como en el amor) no existen las excusas. El poema de Mario Benedetti que lleva el título de esta nota, nos recuerda esa máxima: desde una mirada enteramente protagónica, la culpa (o la responsabilidad, digamos) siempre será nuestra. Ni un amor que se va o que no llega, ni los colaboradores que cambian de trabajo o no eligen mi empresa, son culpables. Claro que será más fácil encontrar externalidades y explicaciones para no hacernos cargo de lo que nos toca, pero esa “auto defensa” nunca nos llevará a un puerto deseado y siempre nos alejará de la orilla para seguir sumergidos en las profundidades del “yo no fui”.

Los estudios de grandes consultoras de Recursos Humanos revelan que el compromiso de los empleados o colaboradores de las Organizaciones viene en franco descenso en los últimos años*: en 2013 se registró un 67% de población laboral “Comprometida con su Organización” (es decir que aportan todo su talento y que no cambiarían de trabajo por un salario mejor o por factores menores); en 2015 descendió a 65% y en 2017 a 62,5%. Estos indicadores dejan algo muy claro: existe una tendencia al deterioro del compromiso de los colaboradores con sus empresas.

¿Pero a qué se deben estos cambios en el “engagement” laboral de las personas? Las causas son múltiples, pero ya conocidas: la población de Millennials (entre 20 y 35 años) no se proyecta “atada” a ninguna una empresa por largos períodos de tiempo; la tecnología hoy permite conseguir trabajo más rápidamente a través de las redes; el ascenso del “teletrabajo” (trabajar desde cualquier parte sin tener que ir a una oficina); las grandes corporaciones que ofrecen desde cocinas con chef hasta gimnasios o salas de masajes; entre otras causas que van desde la falta de liderazgo genuino hasta el mal clima laboral o la falta de proyección y crecimiento dentro de una Organización

Entonces la respuesta queda expuesta y es muy simple: la culpa es de uno cuando no enamora. Ningún dueño de empresa, directivo, gerente o supervisor puede quejarse de que su gente se va o no entrega su talento, porque la responsabilidad es nuestra. Las personas requerimos atención, inspiración, crecimiento; necesitamos ser escuchados, queridos, valorados; tener un sentido de propósito, ver o ser personas inspiradoras, atesorar aprendizajes, y por qué no dejar un legado a la humanidad o hacer contribuciones distintivas o sobresalientes. Entonces un líder, frente a la fuga de talentos o falta de compromiso, se pregunta: “¿Soy un ejemplo para mi gente? ¿Qué tan inspirador resulta el trabajo diario? ¿Qué piensan los colaboradores sobre la Empresa? ¿Hay oportunidades de crecimiento? ¿Cuándo fue la última vez que le pedí retroalimentación a mi equipo sobre mi propio desempeño? ¿Cómo podemos mirar todos al horizonte y decidir genuinamente ir juntos hacia ese lugar?”. Este tipo de preguntas se hace un líder que vuelve la mirada sobre sí mismo para ser un protagonista de su vida (y de su equipo) y no una víctima de las circunstancias.

El equivalente en la pareja (o en las relaciones que nos importan) es preguntarse cuándo fue la última vez que le dijimos a ese alguien “¿Puedo hacer algo por vos?”, “¿Cómo te sentís hoy? Quiero escucharte”, o preguntarnos cuándo fue la última vez que cocinamos para el otro o le llevamos el desayuno a la cama infundiendo todo el amor posible, o preparamos una mesa con el simple detalle de una vela o una flor, o la última vez que le dimos a ese alguien un abrazo apretado diciéndole “Te quiero, contá conmigo.”

Pero recordemos algo que todos sabemos: en la vida no es todo color de rosas. O como diría sabiamente Jack Welch, quien es considerado el Ejecutivo más sobresaliente del siglo XX: «Todos merecemos una segunda oportunidad, no necesariamente una tercera.» Hay personas que no cambian, hay empleados que simplemente no están en un buen momento para darlo todo, para comprometerse con la Organización.  De igual manera, hay parejas que no congenian, y es sabio aprender a decir que no a los vínculos donde no se cumplen las expectativas básicas que se esperan.

Al fin de cuentas la fidelidad no puede forzarse, es magnética por naturaleza. A la fuerza sólo podemos conseguir tangibles (un informe, un horario cumplido, la “compañía” de nuestra pareja cada noche), pero las cosas más importantes, que son intangibles, como el amor, la lealtad o el talento, sólo se obtienen de adentro hacia afuera, sólo pueden ganarse genuinamente.